lunes, 27 de julio de 2009

Kandinsky en Buenos Aires


Es uno de los artistas más influyentes del siglo XX, quiso que sus obras generen las mismas sensaciones y vibraciones que experimenta el espectador al escuchar música, creó el expresionismo abstracto y ¡podemos disfrutarlo en Buenos Aires!
En el Museo Nacional de Bellas Artes se exhibe Kreis (Mit bruan) o Círculo con castaño creada en 1929, período en el que la Bauhaus recibe el gran aporte de Kandinsky: completar la teoría del color con elementos de psicología. Además, es una de las últimas obras que realizó en la Bauhaus porque el régimen Nazi -que calificó su obra como “arte degenerado” junto con la de Paul Klee, Franz Marc y otros artistas- cerró la escuela en 1932.
En Kreis podemos identificar las principales características de la obra de Kandinsky: elementos geométricos, no representación y utilización del color. Pero ¿significa algo? El triángulo, por ejemplo, simboliza la relación del artista con la sociedad y está en constante movimiento: va avanzando y penetra en el futuro. Entonces, algo que para la gente que vive en la base del triángulo es estándar hoy, era avant garde o inconcebible ayer de modo que el artista –que vive en la punta-es el encargado de marcar el camino. El círculo, por otra parte, es la figura más pacífica porque representa al alma humana.
Las formas y los colores, su relación y posición sobre el lienzo nos dan una idea de armonía. Kandinsky creía que el color era algo autónomo en la pintura y que debía ser utilizado independientemente de la descripción visual del objeto porque el efecto que produce el color es tan profundo que puede causar emociones y vibraciones en el alma creando un efecto espiritual.
Todo esto está en sus libros: Punto y Línea sobre el Plano y De lo Espiritual en el Arte. Son sorprendentemente claros y sirven para analizar el arte abstracto desde su publicación hasta hoy.
Pero para entender mejor la relación de las composiciones de Kandinsky con la representación de los objetos, una anécdota: cuando estaba trabajando en su Composición IV, exhausto, decide dar un paseo. Mientras estaba fuera, Gabriele Münter ordena su estudio y, sin darse cuenta, gira el lienzo en el que Kandinsky estaba trabajando. Cuando vuelve y lo ve, no lo reconoce, se arrodilla y empieza a llorar porque era la pintura más hermosa que había visto. Kandinsky, finalmente, se había liberado del objeto.

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